Forme migas con el pan de la víspera; póngalas en un bol, riegue con un chorro de agua y cubra con un paño para que se humedezcan.
Al día siguiente, sofría el pimiento en el aceite de oliva y agregue la cebolla; deje cocinar durante unos minutos y añada el tomate y un diente de ajo; haga un sofrito y sazone.
Baje el fuego al mínimo, añada el pimentón e incorpore las migas moviendo constantemente; cuando tomen color, añada el ajo restante y sirva con las uvas.
El pan, ingrediente tan sencillo para este plato, debe tener cuatro días como mínimo y estar duro como una piedra. Cortarlo suele ser un poco difícil, pues su dureza requiere el empleo de fuerza, pero vale la pena.
Se dice que cuando los pastores y arrieros notaban que el pan había envejecido, lo molían y sofreían en manteca o sebo de oveja, y a veces lo aromatizaban con ajo, pimentón o hierbas. Cuando los tiempos eran buenos, lo acompañaban con chorizo, jamón o tocino. Durante la madrugada, los hombres se sentaban alrededor del fuego con un plato de migas. Los pastores bautizaron la estrella del alba como “lucero miguero” en alusión al desayuno matutino.