Es un arte complicado y difícil que requiere verdadera habilidad el presentar los manjares debidamente trinchados, tanto para realizar sus condiciones gastronómicas, como para sacar el mejor partido posible de lo que se trincha, agradando a todos los que van a comerlos.
El trinchar los manjares indebidamente, estropeándolos, además de no satisfacer al comensal por no poder servirse a su gusto, afea los platos, que así resultan impresentables.
Este arte debe aprenderse y ensayarse largo tiempo en la mesa familiar, por individuos de ambos sexos, para poderlo hacer siempre que sea preciso, saliendo airosos de su intento.
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